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lunes, 4 de abril de 2011

Invitada especial: Diana Bermúdez

Aquel mediodía en Quito, iba a comer con 3 compañeras de la fundación que estudiaba el Águila Harpía con que colaboré. El celular de una de ellas sonó, y una amiga se apuntó a la comida en el centro comercial. Ella era Diana Bermúdez. Joven bióloga recién graduada, gracias a muchas horas de campo en pro del estudio del Tapir de Montaña, un increible ser que vive en las altas montañas de Ecuador. La comida se nos hizo corta de tiempo, al menos a mí, para hablar todo lo que quisiéramos sobre fototrampeo de estos animales, y otros detalles de su biología. Después de aquel día nos volvimos a cruzar más veces, pero ya sin tiempo para hablar del tema. Ahora, desde allí, me redacta esta apasionante jornada de campo, traída desde las montañas de sus dantas (nombre que se le da allí a los tapires). Espero que a vosotros también os guste:
Diana, en los paisajes desde los que nos habla.
Era la primera vez que visitaba Los Llanganates, como parte del trabajo de campo de mi tesis un Parque Nacional en Ecuador, estaba muy emocionada de encontrarme en un lugar tan mágico con un sinnúmero de historias, inspirador de leyendas sobre tesoros escondidos, lagunas encantadas, espíritus errantes, en fin, una zona realmente mágica. Alrededor de nosotros se mostraba un paisaje inhóspito, desolado, el páramo herbáceo y arbustivo se mezclaba, el viento soplaba como hablándonos, éramos siete excursionistas, dos guías conocedores de la zona, Marco y Jaime, don Nelson nuestro guía del Tungurahua que ahora contradictoriamente estaba siendo guiado , Leonardo el fotógrafo de la expedición, Andrés, Juan Pablo y yo Diana biólogos buscando a nuestro objeto de investigación el tapir andino, hermoso y gran animal todo un fósil viviente.
Al cuarto día de expedición estábamos bastante agotados, mantenernos caminando alrededor de 8 horas bordando abismos y recorriendo montañas, cruzando arroyos, aprovechando los días soleados para observar mejor el panorama e identificar huellas o buscando algún otro tipo rastros que nos indicaran la presencia del tapir, nuestros ánimos flaqueaban, hicimos una corta parada de descanso para degustar un pequeño refrigerio, mientras tanto surgió un comentario de nuestro compañero fotógrafo: “ estoy cansado y desilusionado no he visto ni un pájaro", a lo que respondí, "Leo tranquilo ya verás que pronto mejorará todo”, no pasaron ni 5 minutos cuando alguien grita miren arriba el cóndor y segundos después Don Nelson replica: al fondo la danta (tapir), todos nos enloquecimos invadidos de emociones, tomamos nuestras cámaras y empezamos fotografiar a los dos emblemáticos animales de los Andes

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