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sábado, 12 de octubre de 2013

Grandes éxitos, múltiples fracasos

Ayer al atardecer estuve esperando un tejón en su territorio para ver si le podía hacer un vídeo. Se metió viento del norte. Trajo frío, niebla. Finalmente lluvia. Me moje las piernas. Se me enfriaron las manos. Ya denoche fui al río a ver si veía por casualidad algún desmán ibérico. Estuve allí más de una hora, encima de un pozo. No hubo suerte. Las botas me calaron. Por lo tanto los pies, también se enfriaron.
El otro día hice 3 horas de coche para ir a un monte y hacer un recorrido. Al llegar, vi como las nubes se metían. La visibilidad pasó rápido de 40 metros a tan sólo 2. No pude hacer el recorrido. Salirse de la senda yegüera en mitad de aquella ladera, se hacía harto arriesgado. Perderse era lo más fácil, por lo que la marcha se vió truncada. Volví a meterme otras 3 horas de viaje hasta casa.
En primavera estuve en la Sierra de la Culebra (Zamora). He ido en muchas ocasiones. Para ello he hecho miles de kilómetros. He pasado amaneceres preciosos, pero gélidos a la par. También he pasado al mediodía calores. Nunca he visto lobo allí. No digo las esperas que he hecho en dicho paraje porque os daría la risa.
En invierno subí unos 1000 metros de desnivel con un amigo que quería ver perdiz pardilla por primera vez. Salimos con el suelo congelado de casa. Llegamos a una ladera en la que había que rodear cada nevero, pues estaba la nieve tan congelada, que hacía arriesgado pasar por encima de ellos por riesgo de resbalar y bajar por la ladera. Fue un día de intenso pateo, crudo frío, y escasos resultados.
Otro día un amigo me dejó, con un frío invernal en una cumbre. A los 30 segundos de dejarme en el lugar, dónde nos reencontraríamos por la tarde, me retorcí un tobillo que me tuvo 5 meses sin andar en condiciones por el monte. Afortunadamente tenía una esterilla y un saco aquel día. Pasé el día metido en el saco, resguardado del viento matador. No vi nada aquel día.
En otoño, una amiga del sur vino con ganas de ver gato montés. Nos tiramos varios días buscándolo sin resultado. No había manera...Día tras día nos encontrábamos con el fracaso.
Hay que saber disfrutar el monte vacío, porque son muchas las veces que te bajas a casa sin haber visto nada. Pasar un agradable día es el único requisito que hay que buscar para pasarlo bien. Todos los extras, bienvenidos sean.
Septiembre del 2013:
Aquella noche hubo un mar de nubes impresionante. Nosotros veíamos cada estrella, pero desde el fondo del valle, no se veía ni una. Rompió el alba y vimos como la fortuna hizo que las nubes se aguantaran monte abajo. Ahora, sólo podíamos pedir que no subieran al amanecer y nos robaran la visibilidad. Con el buzo puesto, el gorro, los guantes...no sobraba nada allá arriba.
Tumbado junto a una roca que me ocultaba parcialmente estaba. A mi izquierda, el telescopio montado. En mi cara, los antiojos reposan contra los cristales de las gafas. El aire fresco no me deja quitarme ni una prenda. Hay sitios en los que el verano es sólo un atisbo de 2 horas diarias. Comenzamos a ver un ciervo y otro. Algún rebeco, e incluso 2 corzos. Los buitres reposan en una roca, y nada más hay a la vista. La cara quieta con la cabeza apoyada en la roca. Los ojos dando pasadas a las laderas por ver si algún punto se mueve...De vez en cuándo, barridas con los prismáticos allá dónde la vista no llega. Y es en una de esas cuando en una braña veo un bicho a la carrera. ¡Se trata de un osezno! Pronto aviso a mi compañía y disfrutamos juntos del espectáculo. Localizamos un adulto al trote por un brezal atravesando una ladera. Desconocemos el motivo por el que huyen, pero algo pasa en el monte. Quizás la presencia de otro oso. Un perro...¡a saber! Detrás, sus dos crías, de un tamaño ya bastante majo, persiguen a la que es su madre. Sea como fuere, hoy es un día grande. Los múltiples fracasos firmados en tantas y tantas jornadas de esperas, se ven recompensadas con estos 9 minutos de observación. En ese tiempo, con los nervios, da tiempo a muy poco. Colocar bien el telescopio para ver al bicho, indicarle al compañero dónde está, acabar llendo a buscarlo con su telescopio para que también él pueda verlo, volver al tuyo, y por último, y por los pelos, hacer una grabación de vídeo muy corta con la que documentar lo acontecido.

Esta mierda de vídeo representa lo que para mí fue el momentazo del verano. Hay que decir que en el vídeo original se ve mejor (aunque no mucho más). Os he numerado los animales para que los podáis localizar. La cría número "1" se ve fácilmente. La "2" cuesta más. Y la madre, con el "3", cuesta basntante verla en youtube. A ver si fijandoos podéis llegar a ver la familia al completo. Momentos antes, la madre se estuvo poniendo a dos patas con el fin de otear alrededor y orientarse.
Y recordad, pese a todo, ¡el que no espera desespera!

1 comentario:

  1. Enhorabuena Máximo. Fiel reflejo de la dura vida del naturalista que tan bien valora esos momentos de intimidad que roba a la Naturaleza. Enhorabuena por tan magnífico blog. Seguro que como yo, somos muchos fieles seguidores de este espacio que no te hemos felicitado. Sigue así.
    Un abrazo desde la sierra de Guadarrama
    Abel

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