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lunes, 28 de octubre de 2013

Todo iba bien...



Fin de semana grande para Liébana. Se celebraba  en el municipio la Fiesta de la Vendimia, la cual gira en torno a la casi desaparecida tradición de vendimiar las viñas del valle. El tiempo acompañó, y no sólo a este festejo vino la gente, sino que casas rurales del resto de la comarca lebaniega se llenaban de familias que ven cómo el verano se alarga. Otros, simplemente venían a pasar el domingo, comer en alguno de los múltiples pueblos que tenemos  en el valle, tomar algo en Potes por la tarde tranquilamente, y marchar.
Todo fue genial este fin de semana para el sector terciario local, que veía cómo acabando el mes de octubre, sus arcas crecían gracias al apacible tiempo, pero gracias también al maravilloso entorno en el que tienen suerte de abrir sus puertas.
Yo subía de la costa por la tarde y era increíble la cantidad de asturianos, cántabros y vascos que bajaban por el desfiladero de La Hermida. Cientos de coches me crucé en su vuelta a casa. Y cuál era mi sorpresa, que al llegar a Potes, ya sin luz, las calles hervían de gente.
Y mayor fue aún mi sorpresa cuándo me di cuenta que todos miraban desde la plaza de la Serna cámara en mano, desde el puente de San Cayetano cámara en mano, desde los arcos cámara en mano, incluso desde mitad de la carretera cámara en mano registrando un impresionante y desagradable episodio. Ardía en esos momentos parte de la belleza de la que vive gran parte de la población lebaniega.  Me oriento, y deduzco que es la Peña Ventosa la que arde. La solana de la misma exactamente. Un lamentable espectáculo que pone la nota negra a un fin de semana que aparentemente había sido de 10. Cientos de familias iban a volver felices a sus casas con las retinas llenas de buenos momentos, pero alguien tuvo la idea de dar fuego al monte, y ahora la gente ya no se iría contenta.

“Qué lástima”
“Van a morir miles de animales abrasados los pobres”
“Que pena, se morirán los árboles”
Esos son los comentarios que se oían por las calles de Potes por la noche mientras grababan con impotencia las llamas del valle de Bedoya. Al llegar a casa y comentar con la familia, al llegar hoy al café del trabajo y comentar con los compañeros, ya no hablarán de las grandezas que pudieron disfrutar hasta esa hora, hablarán del desgraciado suceso que aconteció.
Gran parte del sector ganadero apuesta desde hace años por el desbroce mecánico para recuperar brañas de pastos. Un método mucho menos agresivo que transforma las laderas en pastizales. Un suelo, que con las próximas lluvias, van a ir a parar en forma de toneladas de ceniza al río Santo y al Deva. Matarán a las gurasapas y tricópteros, alimento de las truchas y demás fauna del río. Una minoría, aunque demasiados aún, siguen apostando por quemar furtivamente el monte público sin permiso de nadie. Es gente no evolucionada que no se da cuenta de una realidad ya sabida por todos. Dueños y señores, cuando sopla el viento sur y más daño se puede hacer, dan cerillazo y bajan a casa a dormir tranquilamente para al día siguiente ver el resultado.
El resultado real, es que han destrozado algo de todos. El resultado que le regozija es que en primavera no saldrán tantos escajos, y si más hierbina fina verde. Pero esto será sólo esta primavera. A la siguiente el matorral volverá a invadir esa ladera en un esfuerzo contínuo por regenerar el bosque. Inútil esfuerzo, pues mientras ese vecino viva, cada pocos años requemará una ladera cada vez más erosionada, con cada vez más dificultades para revegetarse. Y así será hasta que la voluntad política eduque y castigue estas acciones permitidas desde la clandestinidad aún a día de hoy. De no llegar ese momento, Cantabria será en el siglo XXII “El Desierto Vertical”. Me voy a quedar con la curiosidad de ver con que campaña se vende semejante marca.
He de anotar, para ser justos, que precisamente es Liébana una de las comarcas menos castigadas por el fuego, lo cual es mérito de sus vecinos.

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