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lunes, 17 de febrero de 2014

Carne eres, y en carne te convertirás

Un día asistí a una curiosa charla entre un párroco y sus conciudadanos. Debatían sobre quien era el propietario del cementerio, quien propietario de los nichos, qué era lo que comprabas, si el nicho o el usufructo del mismo...Si señores, estamos en la tierra de nuestro señor, el señor de todos. Sin embargo hemos de pagar un dinero al intermediario entre Dios y nosotros, la iglesia. Pagar por yacer. ¿A cambio de qué? De una bendición, ¿te parece poco?
Decía algún vecino, pero si ya hemos pagado la obra de los nichos nosotros mismos, ¿qué más hemos de pagar? Habéis de pagar por el usufructo, porque vuestra obra, está dentro de terreno parroquial. ¿Y cierto era eh? El párroco no se estaba inventando nada. Lo que decía, venía bien claro explicado en un ejemplar del Boletín Oficial del Obispado, que nos dejó para que nosotros mismos pudiésemos corroborar la veracidad del mismo. Boletín Oficial del Obispado...
¿No os dará igual que os entierren a que os echen a un río lleno de pirañas verdad? Decía con tono jocoso el de negro. La verdad es que visto así, valía más pagar cristianamente la tasa, parecía asentir el pueblo.

Yo, con todos mis respetos a la gente que crea en estas cosas, igual que respetaba a los indios aí con las suyas, o a los bereberes marroquís con las de ellos...prefiero regirme por el Boletín Oficial de la Naturaleza. Si señores, existe, ¿no lo conocen? No está escrito con letras ni está impreso en libros, pero existe. Y me considero un animal. Un animal salvaje que se quiere centrar en esta vida sin preocuparle la siguiente. ¿Pecador quizás? Si, quizás. Y si cuando me muera una familia de escarabajos se puede aprovechar de mi materia orgánica como lo haría de la de un tejón, me alegro.
Punto 32 del Boletín Oficial de la Naturaleza:
"Carne eres, y en carne te convertirás".
Y así es como le pasó a esta yegua. Murió, llegaron los buitres, y se la comieron. ¡PRIMERO PAZ Y DESPUÉS GLORIA!
Por cierto, presencié el festín. Fue un amanecer de invierno a 1300 metros de altitud. Yo había llegado de noche y había dormido allí cerca, en un prado. Amaneciendo, un jaleo se escuchaba, apenas había luz, pero un grupo de buitres se daba un festín matutino después de una digestión nocturna. Yo me acerqué, pero no me podían ver (ni yo apenas a ellos). De repende empezaron a salir todos volando. Estaba casi seguro que a mí no me habían visto. Algo les había asustado, y amaneciendo y dónde estaba, bien podría ser un oso. Nada más lejos de la realidad. Un hambriento perro, ha venido desde el pueblo para darse también un homenaje. No podía dar crédito a lo que veía, pero sí, así ocurrió.

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