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miércoles, 19 de noviembre de 2014

¡Y por fin el otoño!

El 2014 ha alargado verano. Hace 5 días comí una maeta (fresa silvestre) a 1000 metros de altitud. El buen tiempo, ha permitido a los habitantes de la montaña no encender las chimeneas en serio hasta el 4 de noviembre, cuando un bajón brusco de las temperaturas trajo consigo nevadas que bajaron hasta los 1000/1200 metros (según valles).
Con ese bajón de casi 10 grados en menos de una semana, el monte, que por aquel entonces aún no mostraba más que un asomo de lo que suele representar el otoño, comenzó a perder su verde. Los árboles recogen "su sangre". Y es así como su vestido, las hojas, mueren. En ese proceso de deshidratación, pasan del color verde oscuro, a distintas tonalidades dependiendo de la especie. En estas fechas, puedes mirar un monte a varios kilómetros y decir si es de haya o de roble. Si en aquel prado hay un cerezo o un chopo. Sólo hay que saber leer los colores. En la foto sacada el pasado 18 de noviembre, destaca el color naranja amarillento del hayedo debajo de las peñas (y en primer plano enmarcando). El bosque de más abajo, es robledal, que tarda más en perder el verde.
Si quieres ver el otoño en la Cordillera Cantábrica, ¡este es el momento!

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